viernes, 25 de enero de 2013

El tren, mi hermano, y los que se quieren independizar.

Ya os he hablado de llamémoslo, mi mala suerte en los viajes y/o con los trenes... Pero no estoy segura de si os he hablado de mi hermano menor.

Mi hermano no es como yo, es diferente, pero no sé describirlo, nunca se me han dado bien esas cosas, es que para entenderlo, tenéis que conocerlo, aunque si digo la verdad, hace 26 años que compartimos baño y yo aun no lo entiendo muy bien del todo...

Creo recordar que ya escribí una vez que a mi hermano no le gusta el transporte público, huele a chocho de vieja, o eso dice (se lo contamos una vez a mi abuela y se molestó mucho diciendo que más tiene que oler el chocho de una mujer joven ya que aún no se le ha secado, ¿pero eso? eso es otra historia).

Después de unos días visitando a la familia, era hora de volver a Sevilla, aunque mi hermano luchó por que nos dejaran el coche, obviamente no coló pero nos medio convencieron diciendo que cogiéramos un taxi a la estación de tren, que sería mu baratico. ¡¡10 euros nos clavaron!! A  mi hermano empezaban a hincharseles las venas de la frente, menos mal que es un tío serio y sólo refunfuñaba entre dientes. Pero ahí que íbamos  a comprar el billete de tren, cada vez mas pobres, cada vez más hartos, y solo llevábamos un taxi...

Nos acercamos a la ventanilla y pedimos dos billetes de ida, 28 euros nos dijo el hombre, y mi hermano que aún no se había dado cuenta de que eran 28 euros cada uno, y no los dos, sacó un billete de 10. Yo empecé a reírme  y prometo que sé el momento exacto en el que se dio cuenta de que eran 30 eurazos cada uno, ¡se puso verde!

El viaje prometía, me esperaban 3 horas escuchando lo ladrones que son los de RENFE, lo caro que son los taxis, el coche que deberíamos haber cogido... Vamos, que si tenía planeado leerme un libro... ¡que se me quitara de la cabeza!

Nada más entrar en el vagón me di cuenta que había una pareja catalana, se ve que mi hermano iba pensando en sus cosas, porque no los escuchó hablar, y cuando avisó a la chica de que se le había caído la bufanda y ella se lo agradeció diciéndole merci no se enteró de que la sílaba tónica estaba en la E y no en la I.

Después de 3 horas soportando ronquidos, a un bebé llorando, a un gitanillo martilleando la mesa que compartíamos con él y su madre, al mismo gitano dando patadas, a su madre cagándose en sus muertos y a mi hermano cantando a plena voz llegamos al destino.

Fue en ese mismo momento cuando lo vi. Cuando lo vio. Cuando gritó: ¡¡No son gabachos!! ¡¡Son mierdalanes!!

Y ese es mi hermano, señores y señoras. ¡El que es capaz de gritar a algo así en mitad del tren sin despeinarse y sintiéndose orgulloso! Dónde vamos a ir a parar.... Pero vamos, que debo decir que tengo muchos amigos catalanes a los que adoro, no vayamos a equivocarnos... al igual que él!!

lunes, 21 de enero de 2013

Carnaval, carnaval...

Carnaval... Esa época del año en el que todo son risas, música, disfraces, beber, reír, cantar,...

Carnaval de Cádiz... Con su pregón, su teatro, sus agrupaciones, su carpa, su no tengo tiempo para ti, su he quedado para merendar con las niñas de mi comparsa estaré 14 horas y media y no podemos quedar, su no vengas este fin de semana porque tengo ensayo, su pero por qué te enfadas si no me gusta ninguna...

Todos sabemos que el carnaval tiene dos caras: La comedia y la tragedia. El que lo pasa bien y el que lo pasa mal. El que lo da todo y el que no da nada. El que llama y manda mensajes y el que los lee o ve las llamadas y pasa del asunto.



En la noche de carnaval todo vale, o eso dice la leyenda, ¡qué se lo digan a él! No le gustaría ninguna, que yo no digo que si, pero vamos, ¡que eso no fue un impedimento para un buen meneo! Meneo que ambos sabíamos que se estaba dando, aunque yo me hiciera la tonta y él se hiciera el imbécil.

Carnaval, maldito carnaval. Ya han pasado 4 ó 5 años y aun me acuerdo. Pasan los años y aún recuerdo los pocos recuerdos. ¡Mucha mierda! Le gritaban algunos... ¡Mucha mierda es lo que él tenía encima! Que no te digo yo que él tuviera que quererme incondicionalmente, pero coño, ¡que te vas a merendar! ¡No hace falta volver a las 3 de la mañana!

Está claro que tampoco es que me quedara en mi casa mirando el móvil... y de hecho me empujó a los brazos de aquel trastorno primaveral mío, pero que no, ¡que está feo!

Carnaval, carnaval.... Pues aún así. Hoy en día me alegro. Porque lo que tenemos ahora no lo hubiéramos tenido nunca. Porque es verdad, el carnaval tiene dos caras que nada tienen que ver. La suya y la mía.

jueves, 17 de enero de 2013

El tiempo.

Que fea es esa sensación de pensar en alguien que sabes que no piensa en ti. O lo que es peor, que sabes que piensa, sí, pero en otra persona.

Que feo es saber que lee todo lo que escribes sabiendo que es para él y que le de igual. Peor es ver que él también las escribe, pero para esa otra persona.

Si lo pienso, creo que esta sensación es incluso peor que cuando te comes un bocadillo de nocilla y sabes que está mal, que te van a salir granos, que toda esa nocilla se te va a ir al culo y caderas y no te cerraran los pantalones... Pero aun así te lo comes, no puedes evitarlo. 

Pues todas estas cosas feas son lo que me pasan a mi. 

Como ya todos sabemos me gustan los riesgos. Las cosas difíciles. Las cosas imposibles. Las cosas que hacen daño. O puede que simplemente sea imbécil y me aburra, y por eso hago lo que hago. Pero eso no evita que siga doliendo.

Dicen que el tiempo lo cura todo, aunque yo nunca he creído en eso. El tiempo ayuda pero no cura, y eso es lo que necesito, tiempo. Tiempo para darme cuenta de que soy tonta, tiempo para darme cuenta de que necesito tiempo. Tiempo para olvidar. Tiempo para que cada cosa que veo o escucho no me recuerde a ti y no quiera comentarlo contigo. Tiempo para echar de más lo que ahora echo de menos...

Maldito tiempo.