lunes, 18 de febrero de 2013

Mi chico

Todos hemos visto alguna vez, aunque sea un cachito, esa maravillosa pelicula de 1991 que es "Mi chica".
Vada y Thomas nos enseñan el poder de la amistad entre un chico y una chica (hay gente que se niega a creer que eso es posible, a veces, yo misma) por muy diferentes que sean.

                         

Estoy segura de que todas tenemos, o nos encantaría tener, un amigo como Thomas. No que muera por nosotras, obvio, para eso están los novios, pero sí que esté incondicionalmente, hagamos lo que hagamos y con quien lo hagamos... y del que además creemos que estamos enamoradas.

Yo tengo la suerte de decir que tengo a mi Thomas particular. Pasan los años y sigue estando ahí. Me apoya cuando hago algo bien, pero también cuando lo hago mal. Nunca me juzga, y si lo hace es porque se lo pido yo. Coincidimos en todo, nunca discutimos (o muy raras veces) y si lo hacemos es cuando hablamos de sentimientos.

Yo estoy totalmente enamorada de él, y se lo digo mucho. Quiero que nos casemos y que tengamos cien hijos. Él... bueno, dice que no está enamorado de mi (sí lo está pero aun no se ha dado cuenta) pero está de acuerdo con lo de los hijos siempre que me los de en un bote bien precintado, que por cierto, a mi no me parece divertido, ¿dónde está el contacto carnal? Seguro que eso está prohibido por la Iglesia, y tal y como están las cosas, yo paso de enfadar al Papa, aunque bueno, serían sólo unos días...

En fin, tan harto lo tengo de mis declaraciones de amor y mis "no me lío con otros porque te estoy esperando" que la última vez que lo vi me dio la solución a mis problemas.  Me dijo que arriesgaba mucho, que era posible que no quisiera hablarle más, pero que era su amiga y lo hacía por mi. ME MANDO POR WHATSAPP UNA FOTO DE SU MOJÓN PERFECTO. ¡Malditas nuevas tecnologías! Cómo aunque me guste ocultarlo, yo soy muy lista y además tengo un hermano que hace el mismo tipo de cosas, no tuve que abrir la foto para saber lo que era, pero aun así me reí mucho (ya os dije que soy bastante pava).

Pobrecito él, que se cree que el acoso ha terminado... Es que nunca le he dicho que mi cuñada me contó un día que ella supo que lo suyo con mi hermano era amor verdadero el día que éste cagó cogido de su mano una noche de fiesta (¿me lo contó o me lo estoy inventando? Yo creo que me lo contó, no lo sé ahora mismo...). ¡Ay mi Thomas! ¡Que con la foto de tu mojón has avivado la llama del amor! ¡Qué poco nos queda para tener cien hijos, una casa preciosa y un felpudo que diga "Bienvenido a la republica independiente de mi casa"!

Que bonito es el amor cuando es correspondido...

domingo, 10 de febrero de 2013

La cola de los tristes

- Yo estudié arquitectura en EEUU y estuve allí un total de nueve años, por lo que mi inglés es perfecto. Me voy a alojar en un hotel los primeros 10 días, hasta que encuentre trabajo....

Eso decía el chico que tenía delante en la cola de facturación el día que tuve que volver a Guirilandia. Se lo contaba a una chica de no más de 25 años con los ojos hinchados y el rímel corrido. Ella estudió farmacia, o eso contaba, y trabajaba en el KFC de un pueblecito inglés.

El chico que tenía detrás volaba por primera vez. Sus padres lo acompañaban hasta el último centímetro del aeropuerto al que se está permitido acompañar. Iba a probar suerte y era la primera vez que volaba. Nervios a flor de piel, pero contento con la experiencia. Aunque él iba con ganas, el adiós se le hizo difícil.

Ya dentro de la terminal había dos chicas haciendo las últimas llamadas de teléfono. "De lo que me salga" decía una de ellas a quien la escuchaba al otro lado del aparato. La otra... La otra sólo lloraba.

Es triste ver los ojos llorosos de los que se van por primera vez, pero más triste es haber dejado de llorar por irte, ya que para algunos de nosotros se ha convertido en una rutina; una simple sonrisa de medio lado, un beso y un hasta pronto.

Y mientras miro a los pasajeros del avión que me vuelve a llevar lejos de los míos sólo me queda esperar. Esperar la llamada en la que me digan que es hora de volver a casa.

...O esperar un milagro, como dicen algunos.