domingo, 28 de septiembre de 2014

Fantasías peligrosas

No sé si a vosotros os ha pasado, pero yo, cuando veo a alguien que está leyendo un libro que q mi me ha gustado, me enamoro en el acto.

Eso me pasó el otro día en el avión. Me senté de las primeras y esperé a que los demás pasajeros tomaran asiento. Vi a dos chicos guapos y pensé, deseé, que fueran mis compañeros de viaje.

No fue así. Se sentaron un francés que olía peste y una señora gorda con pañuelo en la cabeza.

Aburrida, me dio por mirar a mi alrededor, y vi que el chico de delante estaba leyendo uno de mis libros favoritos. Justo en ese momento sentí las mariposas y escuché las campanas. Íbamos a casarnos, estaba segura. Sólo había un problema... ¡¡Estaba embarazada!! Y, obviamente, era de otro. Mal empezábamos.

Bueno, a lo mejor me he explicado mal... no estaba embarazada de la manera que las mujeres normales se embarazan, ni como la propia palabra indica, pero creía que lo estaba. No, tampoco es eso, estaba apollardada. Si, esa es la palabra.

No me digáis que nunca os ha pasado, conozco a "sienes y sienes" de tías que han tenido embarazos psicológicos, que si lo pensamos, tampoco es eso, somos nosotras con un retraso de 3 días y siendo gilipollas. Eso me pasaba a mi.

Hacia una semana que me tenía que haber venido la regla y tenía todos los síntomas: pecho hinchado, barriga de 5 meses, unos granitos que nunca había visto antes y que Google decía que podían deberse al embarazo, antojos... ya os lo he dicho. Tenía todos los síntomas, estaba embarazada y ya le había puesto nombre a la criatura. ¿Cómo iba a decírselo al padre? ¿Cómo iba a enamorarme de ese desconocido de tan buen gusto respecto a la lectura teniendo a un bebé dentro de mi de otra persona? ¿Me perdonaría Carla, mi hija, si pasaba de su padre por ese tio?

Todas esas preguntas y más me hacía mientras sobrevolabamos la península cada vez más segura de que mi niña sería la niña más querida del planeta entero,y todas esas preguntas, y más, me hacía con una sonrisa bobalicona en la cara....

Ilusa de mi. Obviamente no hablé con el desconocido, me cagué. Y por supuesto, me había bajado el periodo mientras fantaseaba con mi familia perfecta. Se veía venir, tomo la pastilla y había calculado mal los días del calendario. Además, no había padre al que decírselo.

Pero si saqué algo en claro: Nunca te enamores de quien lee un libro que te gusta. Desmorona todas tus fantasías. Aunque sean peligrosas.